El Cordero de Dios – Capítulo 1: 29-34

Seguimos con la lectura y el estudio de la palabra de Dios, continuando a partir de Juan 1: 29.

Recordando el contexto de los versículos que vamos a leer, habíamos visto anteriormente como un grupo de fariseos y saduceos le habían preguntado a Juan el Bautista sobre su persona y sobre su misión en la tierra.  Juan les había dicho claramente que él no era el Mesías, pero que ya había Uno en medio de ellos, el cual ellos no conocían, pero que si era el mismo Cristo.  Este Hombre, el Verbo de Dios, comenzaría su ministerio después de Juan, pero existía mucho antes que Juan.

Para mí lo increíble es notar como estos hombres religiosos, quienes habían viajado muchas millas de Jerusalén a ese lado del rio Jordán, para preguntar a Juan el Bautista si él era «el» profeta, Elías, o Cristo el Mesías prometido; al escuchar a Juan que entre ellos (v. 26) ya estaba «el Cristo» (aunque no dijo este título específicamente si creo que esta fue la implicación); y aun así, escuchando estas palabras, estos hombres de “religión” no preguntaron a Juan quien era exactamente el Mesías.  No trataron de identificarlo ni siquiera por curiosidad.

Quizás no le iban a creer de todas formas si Juan les decía que el Mesías era este o aquel hombre.  Es probable que Juan, en esos momentos, todavía no sabía que su pariente Jesús de Nazaret era el Cristo; pero si sabemos que Dios ya le había revelado a Juan que el Mesías ya estaba en la tierra; es decir, por lo menos Juan ya sabía que el Cristo ya estaba en este mundo y que estaba »en medio” de los judíos (v. 26).

Aun así, al escuchar esta información tan valiosa, estos religiosos judíos se mostraron totalmente indiferentes.  Ellos solo estaban interesados, enfocados ciegamente en su misión u objetivo inmediato; es decir, saber quién Juan era, o mejor dicho, saber quien Juan profesaba ser (según la perspectiva de ellos), y aparte de recibir esta información, no les interesaba saber nada más.

Esto me hace acordar a muchos cristianos religiosos de nuestros propios días, de aquellos que solo están interesados en cumplir lo que su religión, denominación, o iglesia les dicen que hagan; en especial con respecto a sus costumbres, ritos u ordenanzas.  Pero ellos casi nunca van más allá de eso, especialmente nunca o muy poco van a la Biblia para comparar y verificar ellos mismos, bajo oración, si realmente las enseñanzas y doctrinas de su denominaciones o iglesias son iguales a las que enseñó el Señor Jesús; Aquel a quien todos los cristianos reconocen –- por lo menos en palabras –- como el Hijo de Dios.

De todas formas en los siguientes pasajes veremos como Juan el Bautista testifica a muchos que Jesús es el “Cordero de Dios” (v. 29).  Después, en otra oportunidad, Juan reiteraría nuevamente esto sobre Jesús (en el v. 36), pero esta segunda vez delante de dos de sus discípulos.  Entonces, en la lectura de hoy, Juan llama a Jesús «el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo«, pues como veremos en este Evangelio, para esto vino el Hijo del Dios a la tierra: para morir por nuestros pecados.

Lo que por ahora si es nuevo para nosotros es Juan 1: 29-34, y de esto vamos a hablar esta tarde.  Sin embargo, para entender el contexto de los versículos que estamos leyendo, leamos antes los versículos de 19 al 28 también.  Son unos 16 versículos en total que hablan sobre el testimonio de Juan el Bautista, sobre la condición divina de Jesús por ser Hijo de Dios, y después más adelante, este capítulo además habla sobre los primeros discípulos de Jesucristo.

Como siempre, antes de continuar, inclinemos nuestros rostros en oración para pedir a Dios que sea Él realmente Quien guie esta reunión, y que nos hable a nosotros de una forma personal, y que para que escuchando, podamos siempre seguir y obedecer a Jesús.

El Cordero de Dios

29 El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
30 Este es aquel de quien yo dije: Después de mí viene un varón, el cual es antes de mí; porque era primero que yo.
31 Y yo no le conocía; más para que fuese manifestado a Israel, por esto vine yo bautizando con agua.
32 También dio Juan testimonio, diciendo: Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y permaneció sobre él.
33 Y yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar con agua, aquél me dijo: Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo.
34 Y yo le vi, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.

El Cordero Pascual en el judaísmo

Entonces vemos que en el versículo 29, Jesús caminaba por ese lugar, y al verlo, Juan el Bautista le llama «Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo».  ¿Por qué creen ustedes que Juan llama a Jesús el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo?

Porque para esto vino Cristo al mundo, para morir por nuestros pecados, y la idea de celebrar la Pascua cristiana es justamente esa: celebrar la muerte de Jesús, Quien murió para limpiar nuestros pecados y para así poder resucitarnos en los días postreros.

Como habíamos visto antes, se podría decir también que la Santa Cena del Señor, o la Eucaristía (como quieran ustedes llamarlo) tienen como predecesor a la Pascua judía, o el “Pésaj”, en el cual se celebra la liberación del pueblo judío en Egipto.  Entonces así como los judíos celebran su libertad de la opresión egipcia, así también se podría decir que nosotros los cristianos celebramos con la Santa Cena la libertad de la opresión del pecado, la cual la obtenemos con la muerte de Cristo en el Calvario.

Lo más probable es entonces que Juan estaba comparando a Jesús con el cordero (Zeroa), el cual se comía en la celebración de la Pascua judía (Pésaj), un plato que no debía faltar en estas fiestas religiosas.  Entonces, ¿por qué los judíos comían el cordero?  Porque era un primeramente parte de un mandato de Dios para los judíos (Éxodo 12:1-12), al celebrar el Pésaj, y así pensar acerca de las épocas antiguas, cuando Dios los rescato de Egipto.  Esta celebración era una oportunidad que tenían para acordarse y reflexionar sobre tal  liberación, y como parte de este recordatorio, la sangre de este cordero se rociaba en la puerta y su carne se comía.

Hay también otras alusiones acerca de lo que Juan, bajo la dirección del Espíritu Santo, podría haber tenido en mente al llamar a Jesús «el Cordero de Dios«.  Son otras explicaciones que en conjunto nos dan una idea más clara aun sobre esta analogía o ilustración, una practica muy común en el pensamiento judío.  Pero esta interpretación sobre el «Cordero Pascual» es quizás la más tradicional — y también la explicación más corta a una interpretación teológica aun más compleja, que va mas allá del propósito de estos comentarios, el de brindar una simple exposición y comentario sobre el Evangelio de Juan.  Pero el lector interesado podrá visitar mi otro sitio web para leer sobre estas interpretaciones (comentario sobre Juan 1: 29).

Jesucristo mismo nos mandó a celebrar nuestra propia Pascua, comiendo figurativamente Su “carne” y bebiendo Su “sangre.”  Por supuesto, estas dos palabras (carne y sangre), el Señor las utilizó como una referencia ilustrativa al antiguo ritual judío.  En esta analogía, Jesús seria el Cordero que con su muerte Él rescataría a la humanidad entera — no solo al pueblo israelí — de sus pecados.

No fue la intención de Jesucristo a enseñarnos a que, en algún momento durante la Santa Sena, el pan se convertiría milagrosamente en Su carne y el vino se convertiría en Su sangre; y que después, nosotros deberíamos de comer literalmente su carne y beber su sangre.  ¡Jesús no nos mandó a convertirnos en caníbales y vampiros!

Manifestado a Israel, pero para salvación del mundo

Noten que en el versículo 31, el autor de este Evangelio dice que Juan enseñó que Jesús “fue manifestado a Israel” (subrayado por énfasis); es decir, el Señor se presento primero a la nación judía.  Sin embargo, regresando al versículo 29, Juan llama a Jesús “Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (subrayado también por énfasis).  No dice “Cordero de Dios que quita el pecado de Israel” o “…el pecado de Jerusalén”, sino que Jesús quita el pecado de todo el mundo entero.

Entonces, el Señor fue manifestado primero a las ovejas perdidas de Israel (cp. con Mateo 15:24, siempre en contexto).  Y es que el Señor Dios Todopoderoso únicamente ha hecho pacto con los judíos.  En la Biblia podemos notar que Dios nunca hizo un pacto con los gentiles (los no judíos), sino siempre los hizo con los israelitas.

Ahora bien, en ese último pacto, el Nuevo Pacto, Dios hizo un convenio con los judíos que iba a incluir a nosotros los gentiles (demos gracias a Dios por su misericordia).  Pero el pacto Dios lo hizo con Israel (ver, por ejemplo, Jeremías 31:31, Jeremías 50:5 y Miqueas 4:2).  Eso sí que quede claro.  Más adelante también, en Juan 4: 22, Jesús le dice a la mujer samaritana (es decir una mujer que era considerada gentil), que “la salvación viene de los judíos”.

Sabiendo todas estas cosas, realmente no entiendo cómo puede haber tanto anti-semitismo entre los «cristianos».  Sobre todo cuando se viene la temporada de la Pascua o Semana Santa, donde muchos cristianos condenan y discriminan a los judíos por haber dado muerte a nuestro Señor Jesucristo.

Pero acuérdense, realmente no fueron los judíos los que mataron a Jesús; ellos fueron solo un instrumento.  Fuimos básicamente nosotros los que matamos a Cristo, quien se ofreció voluntariamente a morir por nuestros pecados, por nuestras culpas.  Esto, por supuesto, no justifica a aquellos judíos que en particular buscaron la muerte de Cristo.  Ellos si tuvieron culpa, pero fueron parte del papel divino y soberano de Dios para la salvación del mundo, el cual incluye a judíos y a gentiles.

Además, humanamente hablando, Jesús era también judío.  Todos los apóstoles eran igualmente judíos.  Casi todos los personajes piadosos del Viejo Testamento y también la gran mayoría en el Nuevo Testamento eran judíos.  No hay entonces razón o excusa para que los cristianos odien a los judíos.  Eso no es bíblico.  Ese tipo de sentimiento no viene de Dios.

El ejemplo de Juan el Bautista:

Estos versículos también hablan del papel que desempeñó Juan el Bautista de preparar los caminos del Señor, de introducir a Jesús al mundo.

Juan era pues un verdadero emisario de Dios, un profeta de arrepentimiento que uso todo el poder e influencia que tenía para guiar a las multitudes al arrepentimiento, a la reconciliación con Dios.  Juan tenía una pequeña multitud de seguidores fieles a él, los cuales lo admiraban por el poder de sus enseñanzas, y también por el denuedo que tenía este en denunciar la hipocresía del sector religioso de su época.

La gente común y piadosa reconocía, veía a Juan el Bautista como todo un profeta.  Acuérdense también que inclusive el Apóstol Juan, el autor de este Evangelio, fue primero un seguidor de Juan el Bautista.  El autor de este libro abandonó a su antiguo maestro Juan para seguir los pasos de Jesús.  Pero aun así, Juan el Bautista nunca tuvo celos o envidia a Jesús.  Juan reconocía el rol limitado que tenia que seguir en la tierra.  Él era simplemente un seguidor de Dios, quien tenía como meta o misión en la tierra la de preparar los caminos del Mesías: Jesús de Nazaret.

Durante el tiempo en que este Evangelio fue escrito (80–90 d.C. según John MacArthur), se cree que había todavía muchas personas en Israel que continuaban dando una reverencia inapropiada al que muchos años atrás era conocido como Juan el Bautista (mirar por ejemplo Hechos 19: 1-7).  Inclusive mucho antes de eso, durante el mismo ministerio de Juan, algunos de los que le escuchaban pensaban que él podría ser el Mesías (Lucas 3:15).

Fue quizás esa la razón por la cual el autor de este Evangelio vio una necesidad de demarcar claramente el limitado rol de Juan el Bautista, su antiguo mentor y amigo.  Juan el Apóstol, como seguidor antiguo de Juan el Bautista no quería tampoco desacreditar a su antiguo maestro.  Pero si tenia que poner bien en claro que Juan el Bautista era solo un servidor de Jesús, pues Jesús es nadie menos que el mismo Hijo de Dios.

Por eso, si nosotros examinamos cuidadosamente estos versículos del primer capitulo, podremos ver que el autor describe claramente que el mismo Juan el Bautista siempre trataba de poner bien en alto el Nombre del Mesías, Jesús de Nazaret, sin que Juan quisiera o intentara de darse atención o crédito a él mismo.

Este es un ejemplo de humildad muy hermoso.  En la cadena de cristianos famosos y los justos de este mundo, Juan el Bautista está en la cima (Lucas 7: 28).  Pero aun así, como vemos en este capitulo primero, él no trataba de darse crédito alguno, y quería estar completamente fuera de la luz del espectáculo.  Como habíamos visto antes, inclusive se compara consigo mismo a un esclavo al decir que él no era digno de desatar el calzado de Jesús (Juan 1: 27).  Más adelante, en Juan 3: 30, Juan también dice que era necesario que el ministerio de Jesús creciera y que el de Juan menguara.

Y en este mismo capítulo, en el versículo 33, como leímos, Juan en cierta forma también trata de mostrar la superioridad del Señor cuando dice que él solo bautizaba con agua, pero que el que venía, Jesús, iba a bautizar con el Espíritu Santo:

Y yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar con agua, aquél me dijo: Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo.

El bautismo con el Espíritu Santo:

Pienso que este último versículo, Juan 1: 33, merece un análisis detenido porque este verso habla de un tipo de bautismo que ha generado demasiadas interpretaciones erradas, aun cuando aquí dice claramente que es Jesús, no Juan, el que bautiza con el Espíritu Santo.  También este versículo no dice que es el Espíritu Santo Quien bautiza, sino (nuevamente) Jesús es el que bautiza con el Espíritu Santo.

Noten nuevamente que Juan dice que mientras él bautizaba solo con agua, Jesús iba a bautizar con el Espíritu Santo.  ¿Qué significa este contraste? 

Para mí, esto significa que este acto visible del bautismo con el agua lo iba a hacer Juan simbólicamente.  Pero que detrás de este bautismo físico de arrepentimiento de pecados, iba a ver cambios espirituales más profundos en la vida el creyente siendo bautizado.  Estos cambios espirituales los iba a hacer Dios mismo, en el nombre de Jesús, y por medio del Espíritu Santo.

La aplicación de esta enseñanza para nuestros días es bastante clara.  Un pastor te podrá bautizar físicamente por sumergimiento en agua, pero al menos que opere Jesús (por medio del Espíritu Santo) en ti, ese bautismo va a ser nada más que un acto puramente físico, algo así como el equivalente de meterte a una piscina por un breve momento.  No van a ver repercusiones espirituales al menos que Dios mismo actúe en tu persona.

Pero si el arrepentimiento de tus pecados y tu relación personal con Jesús es verdadera y genuina; entonces, con este bautismo muestras a otros, como testigos, que realmente estas muriendo a este mundo y que en el futuro vas a resucitar de entre los muertos, tal como Jesús mismo lo hizo en el pasado.  Entonces, en este caso, este bautismo si va a tener trascendencia eterna (ver Romanos 6: 3-4).  Va a ser un bautismo real y verdadero, uno que realmente representa un cambio espiritual profundo, un cambio que comenzó en el día que entregaste tu vida a Dios.

El bautismo físico de agua va a representar el bautismo espiritual que recibiste cuando entregaste tu corazón a Jesús por primera vez, cuando fuiste sellado con el Espíritu de Dios.  Se realizo en el día que abriste la puerta de tu corazón a Dios por primera vez.  Cuando hiciste un compromiso, un pacto personal con Jesús, de entregarle tu vida a Él.

Si tu acto de arrepentimiento, representado por tu bautismo de agua, es entonces verdadero y genuino, tu vida va a ser transformada en este mundo, vas a rechazar el pecado de una forma natural, y vas a buscar santidad con todo tu corazón, y este cambio perenne va a testificar ante los demás que tu eres verdaderamente un hijo o una hija de Dios.

No estoy diciendo que vas a ser perfecto (pues solo Dios es perfecto).  Tampoco quiero decir que el bautismo en si te va a dar la salvación (Cristo, no el bautismo, es Quien salva), sino que tu salvación eterna va a ser representada ante los hombres por medio de tu bautismo que se realiza como testimonio personal.  Pero aun así, el testimonio más grande que puedes mostrar ante los hombres son los cambios que se van a reflejar en tu persona, en la forma que hablas, y las prioridades que ahora tienes en tu vida.

Por eso, lo bueno que hagas en el mundo, las «obras de caridad» como algunos prefieren llamarlas, van a tener repercusiones eternas.  Acuérdate cuando Jesús mismo nos exhorta a hacer tesoros en el cielo en Mateo 6: 19-21.  Es decir, las buenas obras van a producir bendiciones adicionales para el creyente que ya ha sido salvo.  Pero por favor nota nuevamente que el cristiano puede ser salvo solo por gracia, no por las obras en si (Efesios 2: 8-9).

Jesús explicó estas verdades espirituales a Pedro (Mateo 16: 19), como también a sus doce discípulos (Juan 20: 23), y después más adelante a todos sus seguidores en general cuando dijo que «todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo” (ver Mateo 18: 18 en contexto).

Ahora bien, los que eran primero discípulos de Juan (ver como ejemplo nuevamente Hechos 19: 1-7, donde un grupo de ellos también se convierten en discípulos de Jesús), como también los propios apóstoles de Cristo (Juan 20: 19-23), tuvieron que esperar a algún momento especifico después de la resurrección de Jesús para poder recibir al bendito Espíritu de Dios (Juan 16: 7).  La Tercera Persona de la Santa Trinidad, Quien la Biblia también se refiere como el Consolador (Juan 14: 16), vino a su Iglesia en Hechos 2: 1-13, en un evento que se conoce como el Día de Pentecostés, el cual marca el inicio del cristianismo.

En el ejemplo de Hechos 19: 1-7, se habla allí de un grupo de personas que conocían el bautismo de Juan el Bautista solamente.  En otras palabras, ellos habían sido bautizados de acuerdo a la doctrina que enseñó Juan, pero no estaban todavía familiarizadas con la doctrina verdadera de Cristo — ni siquiera habían escuchado hablar del Espíritu Santo (v. 2) — y por eso recibieron el Bautismo del Espíritu Santo después de recibir el bautismo «en el nombre del Señor Jesús«; es decir, el bautismo de agua realizado de acuerdo con la doctrina y bajo la autoridad de nuestro Señor Jesucristo (v. 5), no en el nombre de Juan el Bautista o en el nombre del Apóstol Pablo (cp. 1 Corintios 1: 15).

Este grupo de personas de Éfeso (ciudad en la provincia romana de Asia Menor, en el país que hoy conocemos como Turquía), nuevamente, no estaban familiarizadas con la doctrina verdadera de Jesús.  Sin embargo, si tenían una actitud apropiada, la del arrepentimiento de sus pecados, el mensaje central que predicó Juan el Bautista.  Por eso, cuando Pablo les explicó las Buenas Nuevas de Cristo, este grupo de seguidores gentiles creyeron en Jesús, se bautizaron con agua, y recibieron el bautismo del Espíritu Santo en ese mismo día.

El bautismo de Jesús era algo que Pablo realizó por mandato divino, pues Jesús mismo mandó a bautizar a todos los nuevos creyentes.  No importaba mucho si era el Apóstol Pablo o algún otro líder de la iglesia primitiva de Cristo el que bautizara físicamente con el agua, lo importante era hacerlo de acuerdo a la doctrina de Cristo, que todavía no era muy conocida por todos en aquellos tiempos.  Y es el mandato directo de Jesús que los nuevos creyentes sean bautizados específicamente «en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo» (Mateo 28:19).

En 1 Corintios 1: 10-17, el Apóstol Pablo exhorta a los Corintos por el “nombrede Cristo (v. 10) a que no hubiera división entre ellos, y que no se consideren seguidores de él mismo, ni de Apolos, ni de Cefas (Pedro); sino seguidores de Cristo (cp. vv. 11 y 12).  Pablo inclusive se alegra de que no él mismo no había bautizado personalmente a muchos creyentes en la ciudad de Corinto (v. 14), para que no digan que él había bautizado en el “nombre” de Pablo (v. 15).  El apóstol no quería que los corintios se confundieran y se considerasen seguidores de Pablo, pues no fue Pablo crucificado por sus pecados, como tampoco ellos fueron “bautizados en el nombre de Pablo” (cp. v. 13).

El Hijo de Dios

Regresando al Evangelio de Juan, versículo 34, recordemos que aunque Juan el Bautista había admitido de que él inicialmente no sabía quién era exactamente el Mesías (vv. 31 y 33), aquí descrito como el Cordero de Dios (v. 29), Juan si sabía como iba a identificar al Mesías:  Dios Padre (“el que me envió a bautizar con agua”, v. 33) le había dicho que cuando viera reposar el Espíritu Santo sobre un hombre, Él seria el Mesías.  Y aunque el Evangelio de Juan no menciona específicamente el relato del Bautismo de Jesús, si hace una referencia clara sobre este importante evento en el versículo 32: “Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y permaneció sobre él.” (Cp. con Mateo 3: 16).  Fue por eso que Juan pudo identificar al Cordero de Dios; pues el Espíritu Santo reposó sobre Jesús, tomando un forma visible, como la de una “paloma” (v. 32).

Esto no significa, por supuesto, que previamente a la identificación de Jesús como el Mesías, Juan no conocía a Jesús de Nazaret.  La Biblia es bastante clara en explicarnos que sus madres, Elizabet y María, eran parientes (Lucas 1:36), probablemente primas; y esto, por supuesto, significa que Juan y Jesús — humanamente hablando — eran también parientes.

Aunque se podría argüir que era posible que antes del bautismo de Jesús, el Señor no había tenido un contacto personal con su pariente Juan (p. ej. porque ellos habían crecido en diferentes regiones de Israel); es claro que aun antes del bautismo, Juan ya tenia un alto estima con respecto a la Persona de Jesús.  Esto lo podemos inferir porque Juan el Bautista no se consideraba digno de bautizar a Jesús (Mateo 3:14).  Quizás Juan pensaba que su pariente Jesús se convertiría en una de las figuras escatológicas que precederían al Mesías, es decir, alguien tan digno como Elías o el profeta que menciono Moisés; pero esto tampoco lo sabemos a ciencia cierta.  Todo lo que podemos deducir de Mateo 3:14, por seguro y sin temor a equivocarnos,  es que Juan tenia una gran estima y respeto por Jesús.

Lo que si es claro es que Jesús es posteriormente identificado como el Hijo de Dios, ya que durante el Bautismo del Señor (Mateo 3:13-17; Marcos 1:9-11; Lucas 3:21-22), Juan el Bautista vio descender sobre Jesús al Espíritu Santo, Quien tomó la forma corporal como la de una paloma (Mt. 3:16; Mr. 1:10; Lc. 3:22).  Este signo visible del Espíritu Santo fue más que suficiente como para que Juan el Bautista tuviera la convicción que Jesús de Nazaret era el Mesías prometido.  Pero aparte de esta señal visual, hubo también una audible; es decir, desde el cielo, Juan también escuchó de parte de Dios mismo un testimonio directo sobre la identidad divina del Mesías:  Jesús es el Hijo mismo de Dios (Mt. 3:17; Mr. 1:11; Lc. 3:22).

Entonces, para resumir, aunque el Evangelio del Juan no narra directamente el Bautismo de Jesús (donde el Padre, Hijo, y Espíritu Santo estuvieron claramente presentes), si hay una referencia clara en los versículos 32 y 33, los cuales culminan con una conclusión enfática de parte de Juan el Bautista:

Y yo le vi, y he dado testimonio de que éste [Jesús] es el Hijo de Dios (Juan 1: 34).

Jesús es entonces más que el Ungido o el Mesías prometido.  Ahora Dios Padre había revelado a Juan el Bautista que Cristo es primeramente su propio Hijo (leer sobre la Revelación Progresiva), con la misma esencia Divina del Padre, Quien realiza un ungimiento completo del Espíritu Santo para que Jesús, quien estaba en esos días en la forma de hombre, con todas sus debilidades físicas, pudiera tener el poder de realizar su ministerio sobre la tierra.

En el Antiguo Testamento Dios había ungido a profetas, sacerdotes y reyes para misiones específicas; Eliseo recibió una “doble porción o doble ungimiento del Espíritu de Dios que estaba sobre Elías (2 Reyes 2: 9); pero solo Jesús, por ser “Hijo de Dios”, recibe todo el poder o ungimiento completo del Espíritu Santo de parte del Padre Celestial.  En este caso, el Señor recibe el ungimiento en el momento de su bautismo, no solo para recibir poder, sino también como testimonio ante los hombres.

Como había mencionado antes, a nosotros también se nos ha instruido a bautizarnos de acuerdo al nombre o a la doctrina de Jesús, la que enseñó Cristo, y de acuerdo a tal, nosotros debemos de ser bautizados en “el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” como podemos verificar en Mateo 28: 19.  En esa oportunidad, antes de que Jesús subiera al cielo, a los discípulos (lo cual incluyen todos los creyentes), se les instruye también de ir y hacer discípulos.

Esto es exactamente lo que Pedro y Juan comenzaron a hacer, después de la resurrección de Cristo, poco después de la venida del Espíritu Santo a la tierra en Hechos 2, ellos comenzaron a predicar con denuedo el Mensaje de la Salvación en Hechos 4.  Y cuando le preguntaron con que “potestad” o en qué “nombre” ellos predicaban (Hechos 4:7), Pedro (lleno del Espíritu Santo) dijo que ellos predicaban en “en el nombre de Jesucristo de Nazaret” (v. 10).  En este versículo es claro que “nombre” significa “potestad” o inclusive “autoridad” (ver Hechos 4:7 en varias versiones).

Nota Adicional: Nombre de Jesús

Estas notas adicionales las menciono porque hoy en día hay mucha confusión sobre el mandato de bautizar en el “nombre de Jesús” (p. ej. en Hechos 2:38).  Los pentecostales unitarios, por ejemplo, arguyen que en el momento del bautismo, el pastor debe bautizar en el nombre de Jesús solamente, un mandato que se menciona muy a menudo en Hechos.  Pero, como hemos visto, bautizar en el nombre de Jesús realmente significa bautizar de acuerdo a la doctrina o autoridad de Jesús.  No es una formula para bautizar, es solo una referencia al bautismo de acuerdo a la doctrina que enseñó Cristo, es decir, bautizarse en el «nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo» (Mt. 28: 19).

Creo que la razón fundamental por la cual algunos rehúsan realizar el bautismo de acuerdo a la formula de Mateo 28: 19 es que muchos de estos grupos simplemente no creen en la Santa Trinidad.  Arguyen, por ejemplo, que la palabra “Trinidad” no esta en la Biblia, lo cual es cierto.  Pero tampoco la Biblia (en sus idiomas originales) contiene la palabra “abuelo”, pero aun así, nadie en su sano juicio alegaría que en los tiempos del Antiguo y Nuevo Testamento no existían los queridos “abuelos”.  Sin embargo, con respecto a la Santa Trinidad, aunque esta palabra no esta en la Biblia, allí si habla claramente de un solo Dios en tres Personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

También creo que es importante hablar sobre dos temas más generales aun: lo que se conoce hoy en día como el Bautismo del Espíritu Santo y el Don de Lenguas.

Notemos que, estrictamente hablando, Jesucristo es el que bautiza con el Espíritu Santo al momento de la conversión, no es el Espíritu Santo quien bautiza al creyente después de la conversión.  De todas forma, lo que comúnmente hoy en día se refiere como el «Bautismo del Espíritu Santo» no es una experiencia posterior a la salvación.

La implicación clara seria que aquellos cristianos que se han arrepentido de verdad de sus pecados, aquellos que dan buen testimonio en sus vidas mostrando, por ejemplo, el fruto del Espíritu Santo, pero que aun así no han tenido la supuesta «experiencia» posterior a la conversión de «hablar en lenguas» que no hayan estudiado antes; estos (según la practica en la teología pentecostal) no son supuestamente cristianos de verdad (algunos pentecostales negaran esta enseñanza, pero en la practica aquellos creyentes que no hablan en lenguas no pueden ser pastores o misioneros en iglesias pentecostales).

Pero la verdad bíblica es que realmente no existen cristianos de segunda clase.  Uno es cristiano, o no lo es.  Todos los verdaderos creyentes en Cristo ya tienen al Espíritu Santo morando en sus corazones (cp. Romanos 8:9 y Efesios 1:13-14, donde dice que los que creen en el Evangelio son sellados por el Espíritu Santo).

Si bien es cierto que la mayoría de los primeros discípulos de Cristo tuvieron que esperar al Día de Pentecostés para recibir al Espíritu Santo (Hechos 2: 1-13), nosotros en la actualidad no tenemos que hacerlo.  En Hechos 2 leemos que se aparecieron tres señales bastante claras: (i) un estruendo o ruido fuerte como de viento recio (v. 2); (ii) se vieron lenguas como de fuego (v. 3); (iii) los que recibieron las lenguas de fuego hablaron idiomas humanos que otros pudieron entender (v. 4, vv. 6-11).

El propósito claro de este don de hablar en lenguas era para que los creyentes que venían de otras regiones fuera de Israel pudieran también creer.  Entonces, al oír y entender a otros judíos de Galilea (v. 7) hablar en sus propias lenguas o idiomas, muchos de estos extranjeros creyeron en el nombre de Jesucristo, y lo hicieron en grandes números (Hechos 2: 37 y 41).

Los otros dos casos que se registran en Hechos sobre el don sobrenatural de lenguas se encuentran en Hechos 10 y 19; específicamente, en Hechos 10:46 y 19:6 (leer en contexto Hechos 10: 1-48 y Hechos 19: 1-7).

Vemos que estos dos casos también se relacionan con la conversión de creyentes gentiles (es decir, no judíos).  En Hechos 10, los judíos que estaban con Pedro se asombraron de ver que el Espíritu Santo se derramase también sobre gentiles, pues estos comenzaron a hablar en lenguas (v. 45-46).  En el caso de Hechos 19, los que hablaron en lenguas fueron también gentiles de Éfeso (v. 1).  En ambos casos, el Señor quería mostrar a los judíos que la salvación de Dios también estaba disponible para los gentiles.

Aunque en estos dos otros casos de Hechos no se mencionan específicamente las otras señales (aparte de la de escuchar a otros hablar en lenguas), podemos asumir que en estos dos casos también se pudo escuchar el ruido de viento impetuoso, como también se pudo ver las leguas de forma de fuego (señales que por motivos ilustrativos los llame anteriormente señales i y ii).

Lo que he notado en varias iglesias pentecostales contemporáneas es que, aunque muchas personas profesan hablar en lenguas, no parece haber el elemento evangelístico por parte de personas que hablan otros idiomas (p. ej. predicar en inglés, francés, ruso o incluso idiomas indígenas de la selva en Sudamérica para que otros puedan escuchar y ser salvos).  En las iglesias pentecostales en la que antes asistía, por ejemplo, nunca pude ver lenguas de fuego venir del cielo, ni tampoco pude escuchar ruido de viento impetuoso.

En varios casos — no en todos — he visto también mucho desorden en las iglesias cuando sus miembros hablan o gritan supuestamente en lenguas desconocidas, creando de esa forma un escena insólita o estrafalaria; y sobre todo, esta constituye una practica que va claramente en contra de las enseñanzas bíblicas (1 Corintios 14:23).

No estoy negando que el don de lenguas no pueda existir en nuestros días.  Dios es soberano, y Él hay veces actúa en formas extraordinarias.  Pero creo que el don de lenguas que se practica hoy en día no es el mismo don de lenguas que se practicaba en el Nuevo Testamento.

Por último, en una nota aún más personal, quisiera hacer también una pequeña aclaración sobre el contenido original de este sitio web; y al hacerlo, aprovechar además la oportunidad para explicar, con la anécdota que aparece a continuación, porque porque creo que los dones de lengua que se practican hoy en día no lo hacen como en los tiempos bíblicos.

Estos comentarios bíblicos sobre el Evangelio según San Juan originalmente los compartí con reclusos hispanos en la cárcel del Condado de Linn, ciudad de Cedar Rapids, en el estado de Iowa (E.E.U.U.).  La razón que me invitaron a compartir allí fue que, en ese entonces (2006-2007), no había una persona que pudiera (o quisiera) compartir el evangelio con los reclusos hispanos (muchos de los cuales solo hablaban español).

Sin embargo, en esta ciudad había varias iglesias pentecostales de habla inglesa (y me imagino que hoy en día hay aun más), incluyendo algunas que si mandaban a sus miembros a la cárcel de Linn.

Al comienzo de mi ministerio en la cárcel, una persona que creo que era de una de estas iglesias, sin embargo, se opuso públicamente a que yo vaya a compartir la palabra de Dios por mi falta de experiencia (en ese entonces) en este ministerio de las cárceles.  Esto a pesar de que no había otro hermano dispuesto a voluntarizarse para ir a la cárcel en ese entonces.

Reflexionado sobre aquellos tiempos, ahora pienso que si les hubiera dicho que yo sí tenia el don de lenguas todo hubiera sido mas fácil para mí.  Pero esto no era así, ni hoy en día tampoco tengo el don de lenguas (aunque si creo tener cierto talento humano para aprender idiomas, por lo cual le doy gracias a Dios por ello).

Pero a pesar de todo, el Señor me abrió las puertas para compartir su palabra en esta cárcel de Iowa (Estados Unidos), pues aparentemente muchos de aquellos que si decían tener el don de lenguas no podían predicar la palabra de Dios en español.

Creo que seria también útil mencionar aquí que después de algún tiempo, varios años después de empezar yo con este ministerio, si se aparecieron más voluntarios de otras iglesias, incluyendo un pastor hispano de una iglesia pentecostal unitaria, con el cual muy respetuosamente difiero en doctrina, como ya lo he aclarado antes.  Pero también eventualmente vi a otros maestros de diferentes religiones como Testigos de Jehová, varios rabinos (judíos) e inclusive por lo menos un imán (sacerdote musulmán).

Después de estas experiencias, es mi convicción que hoy en día la Iglesia Universal de Cristo, la cual es invisible e incluye miembros de varias denominaciones cristianas, tiene una necesidad especial de discernimiento con respecto a la doctrina pura de Cristo, pues hay mucha confusión, doctrinas falsas, y apostasía en nuestros días (1 Timoteo 4:1).

Por eso, hoy más que nunca, es necesario que se levanten siervos y siervas de Dios para enseñar la palabra pura e inalterada de Jesucristo: La mies es mucha y los obreros siguen siendo pocos.

Por otro lado, son demasiados los creyentes que han preferido permanecer callados, en vez de denunciar públicamente lo que son practicas que realmente no son bíblicas.  Pienso que quizás no lo hagan por miedo, indiferencia, o para no querer ofender a los demás.  Esto se debe también a que en la actualidad, y en mi humilde opinión, hay muchísimos más miembros de sectas o grupos pseudo cristianos que de creyentes verdaderos de iglesias cristianas (aquellas que han permanecido con la doctrina de verdad).

Yo por mi parte, estoy plenamente consciente que al compartir estos comentarios en el Internet, particularmente cuando hable de temas controversiales como lo son la Teología de la Prosperidad y el tipo del don de lenguas que generalmente se practica en la actualidad.  Yo sé que no voy a hacerme necesariamente famoso o popular (ni tampoco esa es mi intención).  Al contrario, sé que voy a hacerme de muchos enemigos, pero eso algo que tengo que hacer, es decir, denunciar doctrinas no bíblicas.  Es la obligación que tengo como cristiano.  Es necesario obedecer a Dios antes que los hombres (Gálatas 1:10).

Testimonio de Juan – Capítulo 1: 19-28

Continuamos con el estudio del Evangelio según San Juan, con el Capítulo 1, versículos 19 al 28.  Esta noche veremos el papel que desempeñó Juan el Bautista en el Nuevo Testamento, el profeta que preparo los caminos del Señor Jesús.  Pero antes, quisiera ilustrar un ejemplo por medio de una analogía.

Una pregunta.  Digamos que ustedes tienen como pasatiempo favorito la historia.  Y que les fascina leer todo relacionado con este tema, incluyendo la historia de los Estados Unidos.  Digamos también que quisieran saber sobre la vida de alguna persona famosa — digamos en este ejemplo sobre la vida de Abraham Lincoln — el presidente norteamericano que es famoso por haber dado la libertad a los esclavos.  Y que aquí, en la biblioteca de la cárcel solo tienen tres libros sobre el tema, y que se les permite tomar prestado solo UNO de ellos,  ¿Cuál de los siguientes libros leerían?

Libro A: Un libro escrito por un famoso historiador contemporáneo (es decir de nuestros días), quien a su vez, ha leído también muchísimos libros acerca de Lincoln, incluyendo libros escritos solo por otras personas de aquellos tiempos.

Libro B: Un libro escrito por un periodista que vivió en los tiempos del Sr. Lincoln, y que tuvo la oportunidad de escribir varios reportajes en la época sobre el ex-presidente.  Un escritor quien vio personalmente a Lincoln, pero solo en momentos de entrevistas periodísticas o en actos públicos.

Libro C: Un libro escrito por el mejor amigo de Abraham Lincoln, quien fue también su consejero personal desde el momento que Lincoln era un abogado hasta sus últimos días.

Nota: Este ejemplo fue tomado y adaptado del libro John: Encountering Christ in a Life-Changing Way (Juan: Encuentro con Cristo de una Manera que Transforme la Vida), páginas 13 y 14.

¿Cual de estos tres libros preferirían leer?

Me imagino que preferirían leer el Libro C, el tercero, pues este personaje, siendo un amigo y consejero cercano a al presidente, es el que conocería al Señor Lincoln mejor que nadie.

De la misma manera, el Evangelio según San Juan es uno de los mejores libros de la Biblia que tenemos para aprender sobre nuestro Señor Jesucristo, pues fue escrito por una persona bastante allegada a Jesús; es decir, fue escrito por un amigo cercano a Él, Juan el Apóstol, el «discípulo amado» de Jesús.

Juan describe la vida y las enseñanzas de Cristo desde un punto de vista que va mas allá de simples hechos históricos.  Él no solo relata las historias de la vida de Jesús, sino que también muchas veces nos explica sus enseñanzas y sus significados teológicos.  Quizás mejor que cualquier otro escritor bíblico, Juan fue utilizado por el Espíritu Santo para hablarnos directamente a nuestras mentes y corazones.

Todos los libros de la Biblia son igualmente inspirados por Dios, pero creo que este evangelio en particular podrá ser de bendición especial para nosotros.

Continuemos entonces con la lectura de la palabra de Dios, leyendo Juan capitulo 1, versículos del 19 al 28.  Pero antes de empezar, porque no inclinamos nuestros rostros para orar y pedir al Dios Todopoderoso que sea Él realmente el que dirija esta pequeña reunión.

Oremos.

Testimonio de Juan el Bautista

(Revisar primero 6-8 por motivos de contexto)

6 Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan.
7 Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él.
8 No era él la luz, sino para que diese testimonio de la luz.

19 Este es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron de Jerusalén sacerdotes y levitas para que le preguntasen: ¿Tú, quién eres?
20 Confesó, y no negó, sino confesó: Yo no soy el Cristo
21 Y le preguntaron: ¿Qué pues? ¿Eres tú Elías? Dijo: No soy. ¿Eres tú el profeta? Y respondió: No.
22 Le dijeron: ¿Pues quién eres? para que demos respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo?
23 Dijo: Yo soy la voz de uno que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías.
24 Y los que habían sido enviados eran de los fariseos.

¿Quién era Juan?

¿El Cristo?

Entonces, como ustedes sabrán, en aquellos tiempos los judíos esperaban la llegada del Mesías — del Cristo — desde hacia mucho tiempo.  Juan parecía saber lo que le iban a preguntar, por eso les dijo claramente en el versículo 20 que él no era el Cristo.

Noten, por otro lado, que los Israelitas no le estaban preguntando tampoco por su nombre “Juan”, pues ellos si sabían que su nombre era Juan.  Sino que al igual que muchos hombres en nuestros tiempos (donde muchas veces el título o rango de la persona era más importante que el mismo nombre) — esta gente religiosa no quería realmente preguntarle cual era su nombre, sino cual era su misión en la tierra.

Estos fariseos, sacerdotes y levitas (v. 19 y 24) habían venido desde la capital (Jerusalén, v. 19), caminando varios días a pie o quizás cabalgando con burritos, y querían entonces saber cual era su misión o propósito; porque predicaba así (con autoridad); y sobre todo porque Juan bautizaba.  Pues aunque Juan no quería darse crédito así mismo, él si creía en la necesidad de bautizar a aquellos que se arrepentían de sus pecados.

Por eso, decirles que su nombre era Juan estaba de más.  Juan el Bautista parecía saber lo que esta gente tenia en sus mentes.  Estos hombres de religión aparentemente pensaban que Juan era el Cristo, o quizás más bien sospechaban que quizás Juan estaba diciendo por allí a sus discípulos que él era el Cristo.  Por eso, Juan se les adelanto a decir que él no era el Cristo, que Juan no era el Mesías prometido.

De todas formas, aunque Juan hubiera sido el Cristo (lo cual no era así), los judíos tenían una idea distorsionada sobre el que iba a ser el Cristo.  Ellos sabían, por ejemplo, que iba a ser descendiente de David, un rey israelita, lo cual era verdad.  Jesús, el Cristo, era legalmente descendiente del Rey David.

Pero quizás por esto, los judíos esperaban que el Cristo o el Mesías fuera a ser un líder militar que los iba a liberar de la opresión romana.  Bueno, como ustedes ya saben, Juan no era el Cristo, Jesús es el Cristo (y digo “es” no “era” pues Cristo vive en estos mismos momentos), y que Él vino para liberarnos del pecado.  Es decir Jesucristo vino para lograr un cambio espiritual en nuestros corazones, no para promover un cambio político o militar en Palestina.

¿Elías?

Por otro lado, como segunda pregunta (o primera pregunta explicita), este grupo de religiosos judíos le preguntó también a Juan en el versículo 21 si él era el profeta Elías, a lo que Juan también les respondió que no, que Juan el Bautista no era Elías el profeta.

Ahora bien, ¿alguno de ustedes sabe por qué entre tantos profetas que los Judíos habían tenido en el Antiguo Testamento, por qué de todos ellos los judíos le preguntaron precisamente por Elías?  ¿Por qué Elías?  ¿Por qué no Moisés, o Eliseo, Samuel, Isaías, Jeremías, Ezequiel, Óseas o algún otro profeta del AT?

Bueno, primero que nada, noten que Dios no había mandando a ningún profeta a la tierra hace 400 años.  ¡Cuarenta décadas!  Esto es bastante tiempo. Estaban pues a la expectativa de que algo grande iba a pasar.  Ellos estaban pues, muy alertas sobre la venida de un profeta nuevo o la venida del Mesías, y el profeta Elías era uno de los que esperaban que viniese antes que el Cristo.

Además, Elías nunca murió.  Él fue llevado al cielo vivo, y en carne y huesos.  Es una historia un poco larga, por eso no creo que la debamos leerla aquí.  Pero si desean leer la historia completa más adelante, cual si les recomiendo, la encontraran en 2 Reyes 2: 11 (página 363 en mi Biblia).

Los judíos también habían interpretado que Dios había dicho por medio de otro profeta, Malaquías, que antes que viniese el Mesías, tenia que regresar Elías, el profeta que nunca conoció la muerte.  Esto es porque en Malaquías 4: 5 (p. 872) dice:

He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible.

Sin embargo, después vemos que Jesús aclaró que lo que Dios quiso decir por medio de Malaquías era que Juan el Bautista iba a venir con el espíritu y el poder de Elías (Mateo 11:14), no que Elías iba a bajar del cielo, con el mismo cuerpo y alma con el que subió al cielo hacia 900 años atrás.  Por eso le preguntaban a Juan si él era Elías.

¿EL Profeta?

También le preguntaron en el versículo 21 si Juan era el profeta.  Noten que dice “el” profeta (con artículo definido), no “un” profeta (con artículo indefinido).

Y la verdad es que la primera vez que leí estos versículos, yo también pensé que estos judíos se referían a cualquier profeta en general.  Pero no.  Cuando me preparaba por primera vez para esta clase bíblica descubrí que estaban hablando de un profeta en particular, uno que Dios le prometió a Moisés en Deuteronomio 18: 15 (p. 196):

Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios; a él oiréis;

Pero a esto también Juan el Bautista les dijo que no; él no era tal profeta tampoco.  Sin embargo, parece que los sacerdotes y levitas tenían el presentimiento que algo grande iba a pasar, y que Juan no era simplemente otro Juan más de entre la multitud.  No por las puras tendría tantos seguidores.  Tenia que ser alguien más.

Además, estas personas que habían venido desde Jerusalén, habían viajado quizás varios días, no iban a regresar a la capital para decirles que solamente sabían que Juan no era ni el Cristo (el Ungido de Dios), ni Elías, ni el profeta del que hablo Moisés.  Estos entonces tenían que justificarse con sus preguntas.

Por eso este grupo de hombres religiosos insistían a Juan que ellos tenían que llevar una respuesta especifica a los que los mandaron, y decirles a esa gente importante de Jerusalén quien era realmente Juan, para saber la misión de este hombre bajo la tierra.  Entonces Juan respondió (en el versículo 23):

Yo soy la voz de uno que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías (Isaías 40:3, p. 679).

Juan no estimaba importante decir quien él realmente era

Ahora les voy a hacer otra pregunta.  A Juan le estaban preguntando si él era el Cristo, Elías, o el profeta que menciono Moisés; para lo cual Juan contestó negativamente en todos estos casos.  En otras palabras, le preguntaban uno por uno quien podría ser él, quizás porque sintieron que como que Juan no quería realmente cooperar mucho con esta delegación judía. 

Después cuando insistieron, Juan dijo les contestó que él era la «voz de uno que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor.»  Ahora bien, ¿Por qué creen que Juan estaba respondiendo así?  ¿Estaría Juan esquivando todas estas preguntas, no queriendo él realmente contestar?

Énfasis en el mensaje, no en el mensajero

Yo personalmente creo que para Juan, no era realmente importante decir quien era él.  Aunque les contestaba con la verdad (por ejemplo él dijo que no era él el Cristo), no les decía que él era simplemente un «profeta» llamado Juan — porque para Juan, no era importante realmente quien era él.

Lo importante era lo que decía: su mensaje.  Y esto hoy en día no debe cambiar, realmente lo que importa no es el mensajero de Dios, sino el mensaje que Dios mismo trae al pecador.  Cada uno de los mensajeros del evangelio de salvación solo deben verse a sí mismos como una herramienta más de Dios.  La gloria siempre debe ser para Dios, no para el hombre.

Esto es también un gran contraste que vemos con muchos lideres religiosos y políticos de hoy.  Estos últimos generalmente se quieren gloriar a si mismos, y en sus campañas publicitarias ponen sus nombres muy en alto.  Los actores de televisión y todas las personas importantes del mundo también buscan gloriarse a si mismos promocionando sus nombres con letras gigantescas, algunos de ellos van a los extremos de inclusive hacer logotipos con sus nombres.

Pero, nuevamente, este no era el caso en nuestra historia de hoy.  A Juan el Bautista no le importaba gloriarse a si mismo, sino que lo que era importante para él era el mensaje que él estaba tratando de transmitir: Que enderecharan sus caminos — que abrieran y prepararan sus corazones a Dios.

Esto me parece, nuevamente, que es también un buen ejemplo para todos los pastores y religiosos de hoy, que no busquen glorificar sus propios nombres, llamándose así mismos en algunos casos «apóstoles» porque el titulo de «pastor» ya no les parece lo suficientemente atractivo como para sus personas.  Los mensajeros que realmente conocen a Dios deben de regresar más bien a lo básico del Cristianismo, lo cual incluye hablar del mensaje divino de Dios para la salvación de todas las almas.

El Bautismo

25 Y le preguntaron, y le dijeron: ¿Por qué, pues, bautizas, si tú no eres el Cristo, ni Elías, ni el profeta?
26 Juan les respondió diciendo: Yo bautizo con agua; más en medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis.
27 Este es el que viene después de mí, el que es antes de mí, del cual yo no soy digno de desatar la correa del calzado.
28 Estas cosas sucedieron en Betábara, al otro lado del Jordán, donde Juan estaba bautizando.

Los Fariseos: ¿Por qué pues bautizas?

Juan bautizaba con agua como ejercitando una profesión de arrepentimiento, como un signo externo de la bendición espiritual interna que iba en anticipación de la venida de Cristo, el cual si iba a bautizar con el Espíritu Santo (Mateo 3: 11).  Este es el Mesías, a quien Juan les dijo que estaba en medio de ellos (pues Jesús ya estaba en la tierra en forma humana y estaba además a punto de empezar su ministerio), y de quien el profeta Juan dijo que él no era inclusive digno de desatar la correa de su calzado.

En aquellos tiempos, los discípulos y seguidores de cada maestro no solían pagarle sus lideres por impartir sabiduría.  Sin embargo, se esperaba que los discípulos sirvieran al maestro en ciertas formas, pero nunca desatando la correa de sus sandalias.  Este era un acto que se consideraba demasiado degradante, algo que solo los esclavos de más bajo estatus podrían hacer.  Por eso, los maestros estaban prohibidos de esperar esto de sus discípulos.

Cuando Juan dijo que él no era digno de desatar ni siquiera la correa del calzado de Cristo, Juan estaba tratando de explicar que él no era nadie — absolutamente nadie — comparado al que estaba a punto de empezar su ministerio, Jesús, el Hijo de Dios.  Los lideres judíos estaban preguntando a Juan sobre Juan, la persona equivocada.  Ellos deberían preguntar más bien quien era Aquel del cual hablaba Juan — pero esto no lo hicieron — lo cual es algo increíble.

El Bautismo para los cristianos

En esos días, cuando Juan bautizaba en el rio, él probablemente tomaba el peso del que iba a ser bautizado, lo sumergía en el agua, y luego lo levantaba del agua.  Este era entonces un acto físico externo que simbolizaba un cambio espiritual interno.  ¿Alguno de ustedes saben porque este rito todavía se practica así, en nuestros días, un pastor toma el cuerpo de la persona, lo sumerge bajo el agua, y la sube arriba?  ¿Qué simboliza entonces este acto?

Este acto físico simboliza un cambio espiritual muy profundo, es decir, el que se bautiza baja dentro del agua, simbolizando su muerte al mundo; y al subir del agua, esto simboliza que esta resucitando para con Cristo Jesús.  Es decir, la persona siendo bautizada, se arrepiente de sus pecados, muere a las cosas de este mundo, y resucita tal y como Cristo mismo resucitó de entre los muertos, a los tres días después de su crucifixión.

Si alguno esta interesado en analizar este tópico más profundamente, ver Romanos 6: 3-8.  Esta es una de las interpretaciones cristianas sobre el bautismo; una expuesta por San Pablo.  También hay otras interpretaciones, pero esta es la que yo creo que más se menciona.

El Bautismo para los judíos

Sin embargo, ¿alguno de ustedes sabe cúal era el papel que desempeñaba el bautismo en la religión judía?  ¿Era el bautismo un acto simbólico practicado por los mismos judíos ya creyentes, o este era más bien un ritual de purificación reservado solo para los que se convertían al judaísmo?

¿Quiénes podían bautizarse?

Cuando algún gentil (es decir, una persona no judía) se convertía al judaísmo, si era hombre se circuncidaba.  Además de esto, todo nuevo creyente (sea hombre o mujer) tenía que purificarse (bautizarse).  Este rito religioso simbolizaba una limpieza espiritual de todo lo que era gentil o pagano.

Pero, Juan el Bautista estaba realmente causando escándalo en Palestina al insistir que todos los judíos también tenían que bautizarse; todos — que inclusive la crema y nata del judaísmo — los fariseos y saduceos, e inclusive los que tenían alto rango en aquella religión, se bautizaran.  ¿Se imaginan lo que es esto?

Pongamos esto en perspectivas actuales.  Supongan, que viene un hombre vestido de pieles de camello, que se alimenta de solo miel y langostas (saltamontes).  Este viene a ustedes, y al verlo, creen al comienzo que es un loco más de la calle, pero después de escucharlo, se maravillan que esta predicando la palabra de Dios.

Después, se enteran, que esta persona que se viste con piel de camello y se alimenta solo de miel y langostas es actualmente escuchado por las masas; y no solamente eso, las autoridades no le hacen nada porque le tienen miedo.  Y lo que es más sorprendente aun, les dice que aun inclusive conocidos pastores «evangelistas» como Joel Osteen, Benny Hinn, y grandes lideres católicos, como el propio Papa, tienen que volverse a bautizar.  ¿No seria esto un escándalo?  Por supuesto que lo seria, y más aun si estas autoridades religiosas no sabrían quien era realmente este predicador.

Ahora veamos porque los judíos relacionan a Juan el Bautista con alguna de estas figuras escatológicas (relacionados al fin del mundo) que habíamos hablado antes; es decir, el Cristo, Elías, o “el” profeta.

¿Quién sería el que bautizaría de acuerdo al Antiguo Testamento?

Basado en Zacarías 13:1, donde dice que habrá «un manantial abierto… para la purificación del pecado y la inmundicia«, y especialmente en Ezequiel 36:25, en donde se habla sobre «agua limpia» que limpiará las «inmundicias» de los judíos; algunos eruditos entendían que todos iban a ser bautizados solo en los días finales, para la venia del Mesías.  Pero como Juan negaba que él era el Mesías, los Fariseos querían entonces una explicación del porque Juan estaba bautizando.

Reflexión Final

Como vimos también antes, Juan en vez de contestarles porque bautizaba, les dice que su bautismo era solo de agua, pero que –- en esos mismos momentos — ya había alguien entre ellos quien si seria el que estaban buscando.  Es decir, ya estaba en el mundo alguien entre los propios judíos que, ellos mismos no conocían, pero quien existía aún antes Juan, y quien este no era ni siquiera digno de desatar la correa del su calzado.

Ahora no sabemos que exactamente pasa después de esta declaración.  Pero yo me imaginaria que los judíos le deberían haber preguntado quien era ese tal Señor tan importante que venia, pero aparentemente los fariseos no le preguntaron por esa Persona.  Quizás no estaban interesados en su doctrina, solo querían saber que era lo que Juan decía de si mismo; y por más que Juan quería apuntarles hacia el Hijo de Dios, decirles que él mismo (Juan) era solo un enviado, los fariseos no estaban interesados en escuchar una respuesta a la pregunta que Juan quería que les hiciera.

Muchas veces pienso que aquí en este lugar, los reclusos tienen también muchas preguntas que quieren hacerle a Dios, pero solo para escuchar una respuesta determinada, que reafirme sus convicciones personales, sin querer escuchar realmente la voz de Dios.  Muchos reclusos, por ejemplo, quieren saber porque están aquí.  Si realmente lo que hicieron era tan malo como para merecer estar entre las rejas.

Quizás algunos de ustedes tenían planes de juntar dinero por unos meses o años, y después de eso, irse a sus países a trabajar y poner un negocio allí.  Quizás pensaban casarse y juntar para comprar una casita y ser así «felices».  Pero de repente, ¡pun!, vino la migra, y todos sus sueños, planes, y aspiraciones se fueron al piso.  Se rompieron sus ilusiones, sus esperanzas, y ahora se ven en una situación que quizás les parezca que no tienen a donde ir.  Quizás les parezca que están en un callejón si salida.  Sin esperanza y sin futuro.

Pero yo estoy aquí para decirles que las cosas no pasan así por así.  Que hay un Dios sobre los cielos que siempre mira las obras de los hombres.  Alguien realmente Grande y Omnipotente Quien realmente sabe que los años que vivimos en este mundo son realmente pasajeros y que realmente estos tiempos que estamos aquí hay algo inclusive más importante de que preocuparse.

Estoy aquí también para decirles que al venir aquí, a este estudio Bíblico, de una forma voluntaria, quizás ya estaban tomando una actitud adecuada.  Pero tal vez, a pesar de tener la actitud apropiada, aun así, se estaban haciendo las preguntas equivocadas.  Se están preocupando de cosas que aunque son importantes, son sin embargo pasajeras.

Por favor no me vayan mal entender –- Dios sabe lo importante que es para ustedes su trabajo, su bienestar económico, su familia; pero hay algo aun más importante que quizás ustedes, algunos de ustedes, han estado desatendiendo:  Su salvación eterna.

Por eso es importante hablar más bien de Jesús.  El Hijo Unigénito de Dios.  El Dios hecho carne que vino a nosotros hace más bien de dos mil años para que nosotros un día pudiésemos ser salvos.  La pregunta que es realmente más importante, la que se deberían hacer es:  ¿Quien es Jesús y que es lo que realmente Él representa para ti?

Si para ti Jesús fue solo un hombre lejano, un buen predicador, alguien que invento una buena religión.  Bueno, eso es entonces será Jesús para ti, y allí se acabo la historia.  No han consecuencias eternas como resultado de tal razonamiento u opinión.

Pero si tu crees en tu corazón que Jesús es realmente el Señor, el Creador del Mundo, el Dios hecho carne; y quieres que el Señor te de más fe para que sigas creyendo eso, entonces lo que tienes que hacerle es confesar con tu boca que Jesús es el Señor, el Hijo del Dios Viviente.

No te voy a decir que es necesario que entiendas completamente bien todo lo que se refiere al cielo, el misterio de la Santa Trinidad, el perdón de los pecados, la resurrección de entre los muertos.  Todas esas cosas son cosas importantes, pero se pueden aprender a su debido tiempo, pues en estos momentos, este no es un examen de religión.  Lo que les voy a pedir es tomar un paso de fe, consciente de sus implicaciones, el primer paso que puede comenzar un largo peregrinaje a la Tierra Prometida.

Jesús mismo dijo en Apocalipsis 3: 20: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.

Dios quiere que le des tu corazón.  Jesús tiene el poder de abrir la puerta de tu corazón a la fuerza, pero esa no es su voluntad.  Dios no nos creo como robots que le obedecieran al Creador sin voluntad propia.  Dios nos dio libre albedrío para escoger entre el bien y el mal; y hoy día, esta es tu oportunidad para escoger el bien, lo justo, la salvación.  Esta es tu oportunidad para escoger a Jesús como tu Señor y tu Salvador.

Dios no te esta prometiendo que vas a salir de la cárcel de un momento a otro, y que después vas a conseguir el mejor trabajo que deseas, y que de allí tus problemas se van a arreglar de la noche a la mañana antes del desayuno.  Si, Dios te quiere ayudar y tiene un camino específico para ti, pero uno tiene que esperar que todo pase en el horario de Dios, no en el de los hombres.

Quizás los planes específicos para ti, sea un camino modesto, sencillo, como servir en el futuro como un diacono, o quizás aun como un pastor de una iglesia, cuando salgas de aquí.  O tal vez Dios tiene otros planes diferentes para ti, para que seas un hombre de negocio en el futuro.  O que quizás no lo seas — pues las riquezas generalmente pueden ser un obstáculo al Cielo.  Yo no he venido aquí a compartir las falsas promesas de la Teología de la Prosperidad.

Yo no se que es lo que Dios tiene preparado específicamente para ti en este mundo, si lo aceptas a Él.

Pero hay algo que si te puedo prometer, no en mi nombre — porque yo no soy nadie — sino en el nombre de Dios.  El Señor si te puede brindar una vida llena de gozo, a pesar de la pobreza o riqueza que Él te quiere dar; gozo y plenitud a pesar de las pruebas y dificultades por la que atraviesas ahora.  Y sobre todo, Dios si te puede prometer la vida eterna.  Un lugar en el cielo.

Jesús mismo dijo Juan 14: 1-3:

1 No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí.
2 En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros.
3 Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.

Después Jesús dice en el versículo 27, del mismo capitulo 14 de Juan:

27 La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.

Si deseas entablar una relación personal con Jesucristo, yo te invito a que levantes tu mano como señal de aceptación para que repitas conmigo una simple oración.

No tengas miedo ni te avergüenzas de Dios.  Si tú te avergüenzas de Dios ahora, el Señor también se avergonzara de ti delante de sus ángeles.  Si ya alguna vez en tu vida has aceptado a Cristo en tu corazón, yo te invito a reafirmar de todas formas ese hermoso paso de fe, levantando tu mano nuevamente, como diciendo al Señor todos los días que “yo te amo, y quiero que seas mi Señor y mi Dios por el resto de mi vida

Si quieres hoy entregar tu vida a Dios, o si ya se la has entregado antes y quieres hoy día reafirmar nuevamente tu fe, pues tu sabes que te apartaste de Él; yo te invito de todas formas a que repitas esta oración en voy alta y sin pena o vergüenza.  Pues vergüenza se tiene para robar o hacer cosas malas.  Tantas personas hay aquí que han hecho cosas realmente malas y sin tener vergüenza o remordimiento: ¿Por qué pues vas a tener tu vergüenza de aceptar que eres un pecador y que necesitas del amor y protección de Dios?

Si esta es tu decisión, por favor repite con voy alta esta oración:

Señor Jesús, reconozco que soy un pecador.
Gracias por venir al mundo para morir por mis pecados.
Gracias Espíritu Santo por su amor y consolación.
Y a Usted, oh Dios Padre celestial, gracias por mandar a Jesús, su Hijo Unigénito, y al Espíritu Santo, nuestro Consolador.
Gracias por Jesús, a quien Usted lo levanto de entre los muertos.
Y que hoy esta sentado a su diestra.
Confieso con mi boca que Jesús es el Señor.
Creo en mi corazón que es Dios.
Reconozco oh Señor que soy un pecador.
Y en estos momentos le pido perdón por todos mis pecados.
Deseo cambiar como persona, con Su ayuda, y empezar así una nueva vida, ser nueva criatura, viviendo en santidad.
Le entrego oh Dios mi alma, mi espíritu, mi corazón, mi mente, mis fuerzas, todo lo que tengo se lo doy.
En el nombre de Cristo Jesús lo hago y le pido estas cosas.

Amén.

Dios les bendiga.