Los Primeros Discípulos – Capítulo 1: 35-51

Los primeros dos discípulos de Jesucristo fueron llamados gracias al testimonio de Juan el Bautista, y eventualmente, estos también se convirtieron en misioneros e hicieron el llamado también a sus hermanos y amigos.  Algunos teólogos como Lenski creen que la forma en que estuvo escrita originalmente el versículo 41 en el griego original implica también que el Discípulo Amado (el Apóstol Juan, autor de este Evangelio) encontró además a su propio hermano Jacobo, y que así los dos pares de hermanos fueron los primeros discípulos de Jesús (Andrés y su hermano Pedro, junto con Juan y su hermano Jacobo, conocido también como Santiago).

Estos pasajes entonces enfatizan la importancia del testimonio personal ante nuestros hermanos y amigos.  El deseo de compartir las buenas nuevas con las personas más cercanas a nosotros es un síntoma de una conversión legitima.  Es una necesidad que parte del corazón.  Cuando el Santo Espíritu de Dios viene a nuestras vidas, tenemos el deseo de compartir la Perla de Gran Precio con todos los demás, y naturalmente empezamos con nuestros parientes y amigos más cercanos.

Los Primeros Discípulos de Jesucristo

Los primeros discípulos:
35 El siguiente día otra vez estaba Juan, y dos de sus discípulos.
36 Y mirando a Jesús que andaba por allí, dijo: He aquí el Cordero de Dios.
37 Le oyeron hablar los dos discípulos, y siguieron a Jesús.
38 Y volviéndose Jesús, y viendo que le seguían, les dijo: ¿Qué buscáis? Ellos le dijeron: Rabí (que traducido es, Maestro), ¿dónde moras?
39 Les dijo: Venid y ved. Fueron, y vieron donde moraba, y se quedaron con él aquel día; porque era como la hora décima.
40 Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan, y habían seguido a Jesús.
41 Este halló primero a su hermano Simón, y le dijo: Hemos hallado al Mesías (que traducido es, el Cristo).
42 Y le trajo a Jesús. Y mirándole Jesús, dijo: Tú eres Simón, hijo de Jonás; tú serás llamado Cefas (que quiere decir, Pedro o Piedra).

Jesús llama a Felipe y a Natanael:
43 El siguiente día quiso Jesús ir a Galilea, y halló a Felipe, y le dijo: Sígueme.
44 Y Felipe era de Betsaida, la ciudad de Andrés y Pedro.
45 Felipe halló a Natanael, y le dijo: Hemos hallado a aquél de quien escribió Moisés en la ley, así como los profetas: a Jesús, el hijo de José, de Nazaret.
46 Natanael le dijo: ¿De Nazaret puede salir algo de bueno? Le dijo Felipe: Ven y ve.
47 Cuando Jesús vio a Natanael que se le acercaba, dijo de él: He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño.
48 Le dijo Natanael: ¿De dónde me conoces? Respondió Jesús y le dijo: Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi.
49 Respondió Natanael y le dijo: Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel.
50 Respondió Jesús y le dijo: ¿Porque te dije: Te vi debajo de la higuera, crees? Cosas mayores que estas verás.
51 Y le dijo: De cierto, de cierto os digo: De aquí adelante veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre.

Andrés y Juan

Entonces vemos que el versículo 37 habla de dos discípulos de Juan que siguieron a Jesús. Uno de ellos era Andrés (versículo 40) y el otro se cree que fue el mismo autor de este evangelio, es decir, Juan el Apóstol (quien nunca se identificaba aun como autor de este libro aparentemente por humildad). Y como decía anteriormente, estos dos varones de Dios fueron primeros discípulos de Juan el Bautista, que luego decidieron seguir a Jesús.

Ahora bien, en la tradición judía, era realmente raro que los discípulos de un maestro o rabí siguieran a otro maestro. Pues había entre el maestro y sus discípulos una relación personal, un compromiso especial que los unía. Por consiguiente este relato seria muy poco común, que dejaran a Juan y siguieran a Jesús.

Pero de ninguna manera esto fue ofensivo para Juan. Al contrario, Juan sabia que su misión en la tierra era preparar y dar testimonio sobre Jesús. Más adelante, por ejemplo, en Juan 3:30, Juan el Bautista dijo “Es necesario que el (Jesús) crezca, pero que yo mengue.”

Entonces, de acuerdo a lo que leímos, de acuerdo a estos versículos 35 al 38, Juan dice a sus discípulos nuevamente que Jesús es el Cordero de Dios. Y estos dos discípulos, al oír las palabras de Juan el Bautista, siguen a Jesús de Nazaret. Hay una clara relación causa-efecto aquí.

Noten por favor que en estos momentos, Jesús todavía era un personaje relativamente nuevo para Andrés y Juan. Nosotros ya sabemos que es lo que pasa después, pero lo importante por ahora es notar que en estos momentos estos dos discípulos recién estaban conociendo a la persona divina de nuestro Señor Jesucristo.

Entonces la próxima pregunta más lógica seria, ¿Por qué estos dos discípulos deciden seguir los pasos de Jesús? Y creo que todos nosotros estaríamos de acuerdo en afirmar que ellos — al comienzo – siguieron a Jesús por el testimonio de Juan el Bautista.

Definitivamente – sin lugar a dudas – una vez que Andrés y Juan comenzaron a tener una relación más personal con el Dios Viviente hecho carne, ese conocimiento y certeza de que Jesús es el Hijo de Dios seria reafirmada continuamente. La fe y convicción de estos dos hombres de Dios de que Jesús de Nazaret era realmente el Mesías era tan grande y fuerte, que ellos terminarían el resto sus vidas predicando el evangelio bendito de Jesús.

Pero yo creo que es importante notar estas cosas para que nos demos cuenta de nuestros testimonios personales también pueden afectar la vida de otros. Si nosotros nos ganamos la reputación de que tratamos (por lo menos tratamos) de vivir una vida consagrada a Dios, nuestros testimonios podrán a las finales valer algo, y por consiguiente las vidas de nuestros amigos y familiares podrán también ser transformadas en el proceso.

Pedro (llamado antes Simón)

Después vemos en el versículo 41 que Andrés busca a su hermano Simón Pedro y le dice que han hallado al Mesías. Creo que aquí también es claro que el testimonio de Andrés afecta la vida de Pedro. No se menciona específicamente que Pedro a partir de ese día sigue a Jesús, pero nosotros sabemos que esto es exactamente lo que pasa, pues a partir de ahora el personaje de Pedro también se menciona con mucha frecuencia .

Aquí también vemos como el testimonio de una persona puede afectar entonces las decisiones y los corazones de otros, en este caso el de Pedro.

Felipe y Natanael

En el caso de Felipe, Jesús le dijo solo una palabra “sígueme”. No fue mucho, pero acuérdense que la palabra de Jesús era poderosa. Una sola palabra de Él podría cambiar o transformar un corazón entero.

Con respecto a Natanael (45 al 50), este también escucha el testimonio de Felipe, pero aparentemente al comienzo tenia dudas (sus palabras “¿De Nazaret puede salir algo de bueno?” parecen indicar eso, dudas).

Pero después si cree porque Jesús (no estando allí en el momento antes que Felipe le llama a Natanael) le dice que había estado bajo un árbol de una higuera (árbol de higo). Esto fue un acto sobrenatural, algo que Jesús pudo ver a pesar de la barrera de la distancia. Por esto, Natanael se asombra y le dice “Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel.”

Un cielo abierto

Pero eso no fue todo, Jesús le dice que va a ver cosas mayores que esa “De aquí en adelante veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre.”

La siguiente pregunta es quizás para muchos una pregunta difícil, pero las interpretaciones pueden variar, así que en este caso no hay tal cosa como una respuesta acertada o no.

Esta pregunta es sobre el versículo 51: ¿Qué es lo que ustedes piensan que es lo que ustedes creen que Jesús implica o quiere decir con eso de un “cielo abierto” y con lo de ángeles de Dios que suben y bajan sobre el Hijo del Hombre?

1) Se cree que quizás Jesús se estaba refiriendo también a uno de los sueños de Jacob, el cual esta descrito en Génesis 28: 12:

Y soñó: y he aquí una escalera que estaba apoyada en tierra, y su extremo tocaba en el cielo; y he aquí ángeles de Dios que subían y descendían por ella.

2) También creo que esto se podría tomar también como un testimonio sobre Jesús, que el Señor Jesús es superior a los ángeles, los cuales servirán al Hijo de Dios, como le sirvieron después del ayuno de 40 días y de la tentación del diablo (ver Mateo 4:11, en donde se lee que los ángeles bajaron a la tierra para servirle al Mesías). También el autor de Hebreos, creyó en la necesidad de dedicar una gran parte del capítulo 1 para clarificar este hecho, de que Jesús por ser Hijo de Dios es inmensamente superior a los ángeles.

3) Quizás el mensaje más importante, era que Jesús les estaba diciendo que a partir de esos momentos, iba a ver un “cielo abierto”, es decir, una comunión abierta entre Dios y el hombre, y que esta iba a ser a través del Hijo de Dios el cual es Jesucristo. Esta comunión con Jesús nos daría entonces acceso al reino de los cielos: un cielo “abierto”.

Un Cielo Abierto: La Vida Eterna

El regalo de la vida eterna

Quisiera concluir con un énfasis que Jesús hace, el regalo más maravilloso que puede darnos, el regalo de tener una comunicación especial con Dios, un “cielo abierto”: el regalo la vida eterna.

En el capitulo 10 de Lucas se nos habla de cómo Jesús encargo a 70 discípulos (no los 12 discípulos principales, llamados también los apóstoles, sino a otro grupo más grande de seguidores) para que fueran a predicar las buenas nuevas por todo Palestina. Los mando de dos en dos.

El versículo 17 menciona que estos 70 seguidores de Cristo regresaron muy gozosos a Jesús, diciéndoles:

“Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre.”

Pero Jesús, entre otras cosas les dijo (versículo 20):

Pero no os regocijéis que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos.

Entonces hermanos, el regalo más grande que pueden recibir de Dios jamás: el regalo de la vida eterna. Sus nombres están ahora inscritos en el cielo.

No les digo que inmediatamente después de dar sus corazones a Cristo van a ser automáticamente perfectos (las cosas generalmente no son así) el crecimiento espiritual es algo que generalmente toma su tiempo. Pero van a llegar allí – no en esta vida, no creo que nunca alcanzaremos perfección en esta vida, pero si intentamos vivir una vida perfecta y sin pecado, por lo menos ante los ojos de Dios, seremos como bebitos recién nacidos: Sin manchas ni pecados.

El Señor nos va a dar las fuerzas que necesitamos para vivir una vida en santidad, no perfecta, pero si como si lo fuéramos pues antes los ojos de Dios, somos seres limpios y sin pecados por la obra redentora de Cristo en la cruz. Amén.

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